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domingo, 24 de abril de 2011

DE LA ABUNDANCIA A LA ESCASEZ

Considerar que nuestros recursos en América Latina son abundantes, nos ha conducido a tomar con naturalidad e incluso a legitimar la explotación de éstos como una práctica que no merece gran preocupación e involucramiento para la supervisión y en todo caso, compartir los beneficios de ello, dado que asumimos de forma muy inconsciente lo inagotable de éstos. Además, esto nos ha hecho vernos a nosotros mismos como a un ente independiente que no se ve afectada por la sobre explotación de la mal llamada abundancia, legitimando con ello también el derecho que tengan las élites locales y extranjeras a la explotación de los recursos, mediante, por un lado, de su poder económico para realizarlo, y por el otro, el de ser poseedoras del conocimiento para hacerlo.
Lo anterior, ha consolidado en el pensamiento de la cultura latinoamericana la generación de un sentimiento que nos autoexcluye de la responsabilidad de una mala gestión de los recursos, responsabilidad que sobra decir debe ser compartida históricamente. Lo que ha llevado a responsabilizar casi en absoluto en el discurso oficial a los abusos extranjeros y a confirmar la idea de que si “estamos como estamos” no es nuestra culpa. Sin comprender que con ello no sólo invisibilizados a los probables responsables de dentro por sobre los de fuera, sino también seguimos escondiendo el problema de considerar que lo que tenemos nunca se nos va a acabar.
Tendríamos que partir de una visión mucho más equilibrada de los conceptos de abundancia y escasez, en la que seamos conscientes de la existencia de los recursos, al tiempo que también estemos convencidos de su agotabilidad, reflejada en la cotidianidad inmediata, en la muestra de su no disponibilidad para todos y sin que ello implique una justificación política de dicha falta de disponibilidad. Pues también escasez y abundancia para la mayoría, han sido conceptos que se deben dejar de utilizar como recursos de apoyo para el discurso de lo que podríamos llamar política barata y de corto plazo.
En muchas ocasiones dentro del lenguaje cotidiano podemos encontrar expresiones frecuentes en América Latina, que son reflejo de este pensamiento: “hay tanto que se da sólo, que nadie lo recoge y se pudre en el suelo” en referencia a algún fruto o legumbre que se dan en los huertos de las zonas rurales, por ejemplo, y que muchas de las personas del lugar lo mencionan.
Así, el desaprovechamiento de los recursos por una u otra vía, se ha convertido en una constante que en buena medida ha legitimado en la mente de muchos ciudadanos la idea de que al darnos el lujo como sociedad de poder despilfarrar lo que tenemos, no resulta un factor que deba preocuparnos demasiado, puesto que los políticos siempre han encontrado algún tipo de solución como el endeudamiento del país, sustentado en la supuesta “capacidad y abundancia” de nuestros recursos para dar respuesta a ello, idea que se nos ha confirmado a través de los diferentes discursos oficiales. Esto también ha generado la apariencia de que no se provoca algún tipo de afectación económica en el día a día los ciudadanos, sin darnos cuenta que con el paso de los años ha habido una severa disminución en el nivel de vida de los latinoamericanos y unas cada vez más nulas expectativas de desarrollo para las generaciones venideras.
Por lo anterior, no deja de resultar curioso que a pesar de las dificultades económicas que prevalecen alrededor de la población más marginada de América Latina, sea en éstas en quienes ha cundido con gran fuerza la idea de que somos países en estado de abundancia permanente, pero que sin embargo son ellos quienes menos han visto históricamente el beneficio cotidiano de la llamada abundancia, que les permitiera alcanzar cuando menos los niveles mínimos de bienestar.
Es importante destacar que para los países latinoamericanos repensar el concepto de abundancia, deberá siempre estar acompañado de lo que representa el concepto de escasez, como la alternativa para entender que todo lo que es abundante no significa inacabable y que sólo mediante la disciplina y la responsabilidad con visión de futuro es como los recursos con los que se cuentan en la región puedan ser vistos en su justa dimensión, pues de la manera como lo hemos entendido históricamente, se abre siempre la posibilidad de estar condenados a caer en los excesos y en el despilfarro que han frenado las oportunidades de desarrollo cuando éstas se han tenido próximas.
De esta forma, el concepto de abundancia con el que nos manejamos en las sociedades latinoamericanas, tiene la necesidad de transformarse para dejar de ser considerado como sinónimo de riqueza intrínseca, para ser conscientes de que aunque los recursos naturales en apariencia son abundantes, eso no es más que la percepción que deseamos tener sobre ellos, pues debemos tener claro que su existencia dependerá sobre todo de la no sobre explotación de lo disponible, de aceptar que llegará el momento en que dichos recursos se agoten y que sólo el manejo responsable, así como su transformación racional acorde a las necesidades del ambiente que los rodea, son la única alternativa para que éstos generen riqueza y desarrollo económico en los países latinoamericanos.

Hecho por: Diego Alexander Trujillo

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